









Henri d’andeli redacta a comienzos del siglo xiii su lai d’aristote, una historia cómica y obscena sobre el filósofo que gozará de cierta fortuna en el imaginario occidental. El lay, el género escogido por d’Andeli, era una narración corta de carácter humorístico y de carga erótica y burlesca que gozó de enorme popularidad en las cortes anglo-normandas medievales y que desempeñaría un papel importante todavía en los novellini de Sercambi y de Boccaccio, o en los cuentos de Chaucer.
La narración versificada de d’Andeli tiene un argumento muy simple: Aristóteles ha acompañado a Alejandro Magno en su expedición a la India, donde el rey se ha enamorado de una joven y bella cortesana. Aristóteles le recomienda como su preceptor que abandone la compañía de Filis, al impedirle prepararse para el ejercicio de la virtud y las responsabilidades del gobierno. La cortesana, enterada del consejo del filósofo promete venganza. Una mañana, la joven comienza a bailar de manera sensual y a cantar canciones de amor en el jardín contiguo al estudio de Aristóteles. La belleza de su canto hacen que el filósofo sienta un ardiente deseo por la joven y abra su ventana para poder verla y requerir sus servicios. Ella, preparada para la propuesta, promete saciarlo con una única condición: debe fingir ser un caballo y dejarla montar sobre su espalda mientras la pasea por el jardín. Aristóteles consiente. En el momento en que está cumpliendo el capricho de la hetaira, Alejandro los ve desde una altura superior del castillo y exige a su maestro un explicación. La respuesta es clara: si un viejo como él se ha visto enredado en tal situación por causa del amor, qué no le pasaría a un joven inexperto como Alejandro, he ahí la razón de prevenirlo contra el deseo erótico, que ni atiende a edad, ni a reputación, ni a conocimiento. Alejandro, complacido con la respuesta, perdona a su maestro, y queda libre para reunirse con su amiga sin recibir ningún tipo de reprimenda.
La obra cobró notable popularidad desde su primera lectura en corte y sus versos fueron imitados, repetidos y variados. Nos han llegado cinco versiones manuscritas del lay, aunque ninguna es satisfactoria y ofrecen, además, ciertas variaciones argumentales. El éxito de la obra debió de ser grande, puesto que la Iglesia —cuya doctrina permanecía por entonces fuertemente ligada a las enseñanzas del Areopagita— tomo cartas en el asunto. Jacques de Vitry, a la sazón obispo de Acre y futuro cardenal de Tusculum, redactó una nueva versión de la historia donde eliminó cualquier tipo de aspiración literaria y a la que cargó de un fuerte contenido moral y trascendente. Filis ya no es una cortesana, sino la esposa de Alejandro, y engaña al príncipe con el filósofo, desatando con ello el secular mecanismo que alude a la perfidia y la maldad de las mujeres. Para Vitry, solo hay una moraleja que extraer de la historia: la única filosofía válida es aquella que prepara para la muerte.
Sin embargo, la historia de Aristóteles y Filis demostrará mucha mayor longevidad en su vertiente iconográfica, que la memoria de Jacques de Vitry o Henri d’Andeli en la cultura literaria europea. Seguir el recorrido de las representaciones de la fábula nos lleva por caminos bien diferentes. El trabajo del orfebre, del ebanista o el grabador le dan al objeto artístico una significado más amplio, tanto ante nuestros ojos como ante los de nuestros antepasados.
Quizás en ninguno de ellos como en el misterioso maestro grabador alemán de principios del siglo XVI conocido por las siglas M. Z. se conjugan de manera más perfecta las lecciones de Vitry: solo nos han quedado de él los grabados de un Arte de bien morir todavía por identificar y otro dedicado a nuestro tema. Pero la iconografía expresa algo profundo que trasciende la relación más o menos feliz con la fuente literaria: habla de la humillación de la filosofía frente a la belleza, el sometimiento de la racionalidad por la animalidad, la rendición de la vejez a la juventud, la victoria del vicio sobre la virtud, etcétera.
En todos estos significados entrelazados, la mujer permanece aislada de la humanidad y de la razón, animaliza al hombre y rinde a la evidencia de la carne cualquier ejercicio de abstracción. Si Aristóteles —la ascesis, la razón y la vida especulativa— queda sometido y espoleado por el deseo, la hetaira —la carnalidad, la irracionalidad y la vida vegetativa— se limita a un objeto o a un mero mecanismo natural. Así, en la historia de los amores de Filis y Aristóteles, la lección última es que en un sistema de valores estático y patriarcal, aunque se genere una inversión paródica del estatuto de sus componentes, en el mismo proceso de interpretación y recepción se reformula de manera más potente, si cabe, el sistema que ha sido invertido. Quiero decir, el rebajamiento a la animalidad del hombre lleva implícito un rebajamiento absoluto de la mujer, representando la fábula un sistema de equivalencias que nunca es evidente. Y exactamente lo mismo puede decirse de su lectura sadomasoquista.
Muchos blogs ya han recogido la historia, así que dejo aquí un pequeño listado de algunos de ellos que amplían mi texto con más fuentes, versiones o material gráfico: el café de ocata, Philalethe, Trucioli Savonese o Il tempo dell’ombra. También me he permitido subir a mi servidor una edición libre de derechos de copia: Henri d’Andeli, Le lai d’Aristote, ed. A. Héron, Rouen: Imprimerie Léon Gy, 1901, descargadla y echadle un vistazo si os interesa. Las imágenes de la entrada provienen de diversos sitios: el British Museum, flickr (Ana Sudani y Paul Lowry), The Metropolitan Museum of Art (New York), Orazio Centaro’s Art Images on the Web (Ocaiw), Ciudad de la Pintura y ArtNet; y estaría enormemente agradecido si alguien me pudiera hacer llegar el grabado que Albrecht Dürer le dedicó al tema.
Si leéis italiano, el siguiente artículo de Luisa Crusvar sobre la iconografía de Aristóteles y Filis es muy recomendable: «Il sapiente vinto d’amore: Fillide cavalca Aristotele. Fortuna e suggestioni di un tema iconografico dal Tardo Medioevo all’Epoca Signorile», Atti e Memorie della Società Istriana di Archeologia e Storia Patria CVI:1 (2006), pp. 73-102. También tenéis en red una conferencia muy instructiva de Ayers Bagley: «Study & Love: Aristotle’s Fall».
Como siempre, dejo a vuestra disposición los comentarios para quejas, dudas, sugerencias y aportaciones. Y sigo animando a aquellos que no estáis suscritos a este blog a que lo hagáis para recibir cómodamente sus actualizaciones en vuestro lector de RSS o en vuestro correo electrónico.
{ 1 trackback }
{ 11 comments… read them below or add one }
Gran entrada. Enhorabuena.
Me encantan este tipo de anécdotas.
La historia que no nos cuentan en los libros y que hace más llevadero su estudio.
Buena respuesta de Aristóteles
Un saludo
Un saludo, Javi. Gracias por el comentario y por pasar.
Muy bueno, me ha gustado mucho (otra vez). Votado en Menéame, por descontado…
Fantástica entrada, y que angostos son los caminos de la virtud.
Un saludo.
Genial entrada, y bellísimas las imágenes que la acompañan. ¡Fantástico!